jueves, 19 de febrero de 2015

1834 De privilegiado a burgués por caminos paralelos

Corría la segunda mitad del año 1834 y en este agrícola pueblo, a escasos kilómetros de la capital insular de la isla de Canaria, las noticias de la metrópolis llegaban algo tardías como a cualquier sitio del país canario, había que esperar la arribada de los escasos barcos que procedían de la península.

Aquí en el pueblo, los ambientes políticos locales actuaban con cierto mimetismo al acontecer del Estado, dentro de su particular interés. Ya habían pasado a nuestra historia las patrióticas alocuciones cuando la guerra de la Independencia por la ocupación napoleónica del párroco Vicente Pérez de Armas y los hermanos alcaldes hermanos Mateo e Ignacio de Matos Quintana, hechos que motivarían los primeros intentos de las políticas liberales que propiciaron la aprobación de la Constitución de 1812 por las Cortes de Cádiz.
Acequias paralelas (Fedac)
Cuando se tuvieron en Arucas las primeras noticias de los partidos políticos, su definición inicial valdría tan sólo para identificar a un grupo de familiares y amigos que coincidían más en sus propósitos e intereses particulares, que con aquellas corrientes políticas que se debatían en el parlamento por si debiera ser ésta o aquella la constitución, o a qué velocidad han de hacerse las reformas. Aquí en el pueblo, para aquellos que sus metas estaban puestas en lo más inmediato de la ambición humana, lo que interesaba era conocer el cuándo y el cómo de dichas reformas, y especialmente la agraria y la fiscal.

Importante era conocer que los primeros cambios en los políticos fue que los ayuntamientos se constituirían por elección del Alcalde 1º, Alcalde 2º, Síndico, cuatro Regidores y el Secretario, que venía a sustituir el antiguo Fiel de Fechos. Era un sistema electoral de segundo grado en el que participaban como electores un número determinado de los mayores contribuyentes del pueblo, quienes en el mes de octubre de cada año confeccionaban una terna de tres contribuyentes para cada uno de los cargos a cubrir, de cuya terna el Jefe Político, algo así como el gobernador de la isla, designaba quién de los tres incluidos en la terna ocuparía el cargo.

Es por tanto este año de mucha expectación frente a las reformas liberales, donde la clase privilegiada partía con cierta ventaja por proceder del estamento del Antiguo Régimen conformado por nobleza, milicia e iglesia. Prescindiendo del inexistente grupo nobiliario, no exclusivamente porque en las islas todos los títulos nobiliarios fueron comprados, sino debido a que los poseedores de los mayorazgos antes nombrados no eran estantes en Arucas, más aún en el caso del Mayorazgo de Pedro Cerón residentes en el extranjero, la influencia o apetencia que podrían ejercer en el pueblo no se esperaba, salvo la indirecta como partícipes de la Heredad que pudieran ejercer sus administradores en defensa de sus intereses, pero sin ambicionar otra influencia social o política, pues además tendrían sus miras en otras tierras de la isla estratégicamente más próximas a sus grandes latifundios.

La nula participación esperada de los anteriores en la vida cotidiana aruquense darían una posición de verdadero protagonismo a las milicias, destacando en la misma los capitanes de la familia Ponce, descendientes todos de la rama Ponce de León que se asentó en la isla en el siglo XVI, a la que perteneció el alcalde real Bartolomé Ponce Díaz (1776). Menos presencial los Matos por el abandono de la milicia tras la persecución de la que fue objeto el alcalde constitucional Mateo de Matos Quintana, hijo del capitán y alcalde real Ignacio de Matos Ponce (1770), y los Armas, descendientes del alcalde ordinario y alférez Mateo Armas Cabrera (1731) que optaron por la carrera eclesiástica.

Muchos fueron los capitanes de milicias que desempeñaron el cargo de alcalde ordinario o de salario como Sebastián Marrero (1636), Juan González De Niz (1646), Pedro González Falcón (1669), José Ortega Talavera (1711), Domingo Medina Marrero (1740) y Francisco Medina Quintana (1750). Todos ellos adquirieron la proyección social desde el cargo de mayordomo de la Fábrica de la parroquia, o de las distintas cofradías,  y entre estas últimas de forma especial, la Vera Cruz. Sus descendientes, algunos emigraron de Arucas o abandonaron la profesión ancestral por distintas causas.

En este año ostentan un posición privilegiada los capitanes y hermanos Antonio J. y Luis Ponce Ponce, siendo este último quien mejor se postula como secretario de la Heredad de Aguas y administrador de las capellanías de Juan Mateo de Castro y de los Álvarez Castro y Godoy, soltero con aparente conocimiento de las leyes por su condición de fraile ex-claustrado según algunos, de ideas muy conservadoras.

Pariente de estos tenemos también la figura del terrateniente Juan Ponce Marrero, así como el tres veces alcalde Miguel Ponce Medina (1825, 1828 y 1831), todos ellos emparentados o probables descendientes de los alcaldes reales Francisco Ponce Marrero (1792) y Antonio Ponce Marrero (1763), éste último hijo del capitán y mayordomo de la Cofradía de la Vera Cruz Juan Ponce Marrero (1730). Muchos con este apellido aparecen entre los tributarios de la Cofradía del Santísimo en 1799: Antonio Ponce, Bartolomé Ponce  y Luis Ponce. Todos ellos contaron con el apoyo del Administrador del Mayorazgo de Pedro Cerón.

Como representante de la iglesia encontramos este año y ya mayor con sesenta y cinco años de edad al párroco Vicente Pérez de Armas, sucesor en las capellanías de su tío el canónigo Vicente Antonio de Armas. El párroco tres años antes había puesto al frente de la escuela de niños al presbítero guiense José Antonio Rivero Mireles, que venía de la parroquia de Moya y en quien tenía serias esperanzas le sustituyera en el curato.

Acta Heredad de 1807 firmadas por
Alcaldes de Aguas (E. Rizkallal)
Todos ellos conocían que en los últimos años ya se habían subastado las primeras tierras y aguas desamortizadas, la mayoría en el bienio 1807 y 1808 bajo el reinado de Carlos IV, y como botón de muestra que confirmaba que la revolución burguesa y agraria estaba en marcha, es decir, el Antiguo Régimen había entrado en crisis y se iniciaba el tránsito. Eran pequeñas propiedades, unas pocas azadas de aguas y tierras de un máximo de 3 fanegas, y en gran medida habían sido adquiridas en los remates por sus poseedores.  También se habían dividido algunos vínculos durante el Trienio Liberal, prácticamente para transferir los bienes a la titularidad individual de sus herederos. En el caso de Arucas se conocía que lo habían hecho: el vínculo de los Massieu, propietarios del Corral de Manuel en Cruz de Pineda; y el de los Pineda, dueños de la hacienda en La Costa de San Andrés de 27 fanegas, que lo harían para venderlo después el capitán Jerónimo Bethencourt a Francisco González Rodríguez, que fue alcalde en 1827, y a su padre Jerónimo Tomás González Del Rio. 

Igualmente se conocía que durante el mismo Trienio Liberal, se habían vendido algunos bienes vinculados con cargas censitarias, como la casa del canónigo José Álvarez de Castro en la plaza de san Juan, vendida por Vicente Matos a los herederos del canónigo José Abad.

De las experiencias habidas tras la aprobación de la Constitución de 1812, se sabía que cuando se normalizara toda la reforma municipal, el Alcalde Constitucional ocuparía la presidencia de la Heredad de Aguas de Arucas y Firgas, y asumiría otras atribuciones en la reforma fiscal de la que se hablaba tanto. Ya había sucedido en los dos períodos de la alcaldía constitucional de Pedro Castellano González (1814 y 1821), y en ambas por derecho asumió en exclusiva para su persona el cargo de Alcalde de Aguas (1814, 1815 y 1821). Fue singular dado que fueron los únicos períodos en que el cargo de Alcalde de Aguas no era compartido con otra persona.

Se sabía que el gobierno de la Heredad y del Ayuntamiento eran vasos comunicantes, caminos paralelos, al igual como había ocurrido siglos atrás con los mayordomos de la Fábrica de la parroquia o de las distintas Cofradías. Pero además el caso de la Heredad no entrañaba exclusivamente prestigio social como las eclesiásticas, aunque se compartiera la alcaldía de aguas con un amigo del bando. Tal privilegio permitiría dirigir de alguna forma la planificación y trazado de las acequias de reparto de aguas construidas con los fondos del Secuestro, fondos obtenidos de una parte proporcional del común de todos los herederos, lo que facilitaría la conversión de terrenos de secano en tierras de regadío de mucho mayor valor. Además se tenía una posición de información privilegiada en cuanto a los apoyos económicos que prestaba la Heredad a distintos colectivos con capacidad de decisión clientelar sobre los mismos.

Los Alcaldes de Agua de la Heredad eran nombrados por el Ayuntamiento presidido por el Alcalde, y si bien así se reguló para que dependieran del Ayuntamiento, en la práctica de la política local, la dependencia fue recíproca. Dado que las ternas propuestas son realizadas por los mayores contribuyentes residentes, en su gran mayoría son terratenientes y con aguas de la Heredad, un favor bien dispensado por un Alcalde de Agua habrá de pagarse con otro favor en el plano político local. De donde favorecer con el reparto de azadas de aguas o infraestructuras hidráulicas, puede verse correspondido favoreciendo con votos a un elegible para un cargo en el Ayuntamiento.

Mesa del Mayorazgo en la Heredad (E. Rizkallal) 
En los años inmediatos anteriores ejercieron de Alcaldes de Aguas: Manuel González y Miguel Ponce Medina (1830 y 1831), José Miguel Pérez Rubio y Domingo Marrero (1832), Antonio Ponce y Gregorio Domingo Rodríguez Barbosa (1833). Debe destacarse que Miguel Ponce Medina siendo Alcalde de Aguas ocupó también la alcaldía del ayuntamiento en 1831, que en la sesión plenaria del 1º de diciembre de dicho año acordó solicitar a los poseedores de mayorazgos, vínculos y patronatos el envío de la relación de bienes vinculados y su producto anual, conforme a la Real Orden de 31 de diciembre de 1829 que perseguía el restablecimiento y cobro del impuesto sobre sucesiones, si bien aportaba información muy importante sobre los bienes vinculados objeto de deseo de la emergente burguesía aruquense.

El año se define con Antonio J. Ponce Ponce en la alcaldía presidiendo el ayuntamiento,  a su vez alcalde de aguas en la Heredad compartiendo el cargo con Gregorio Domingo Rodríguez Barbosa (apellidos en el orden lusitano),  y con José Miguel Pérez Rubio de Fiel de Fechos de la misma institución, quien ya lo había sido dos veces antes (1820/24 y 1830), y en 1813 alcalde de aguas accidental cuando el Jefe Político suspendió la aplicación de las ordenanzas de Ruiz de Melgarejo en la Heredad que arbitraban la representación de los herederos de Arucas y de Firgas resueltas por la Audiencia y consideradas liberales.

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