En los primeros tiempos de la historia insular, Gran Canaria fue la
única isla con fuero propio dado por los Reyes Católicos el 20 de diciembre de
1494, disponiendo que en el Real de Las Palmas haya seis regidores, un
personero, un mayordomo, un escribano de concejo y un alguacil y tres alcaldes
ordinarios, que suplían al gobernador, y manda a los regidores se junten en
cabildo con la justicia y el personero y el escribano en la casa del concejo.
Se estaba creando así el antiguo Cabildo General que conformará el único Ayuntamiento
o Concejo, corporación administrativa responsable del gobierno y gestión de los
intereses de la isla, órgano supremo de
competencias civiles, dado que no las tenía en el ámbito militar y
eclesiástico.
Dibujo antiguo ayuntamiento de Las Palmas |
El incremento progresivo de la población insular
en los siguientes siglos y su asentamiento en lugares como Arucas, comportaría
que el Cabildo General iniciara un
proceso de delegación de sus atribuciones, primero a través de los Alcaldes de "salario", a los que se irían
sumando otros funcionarios públicos conforme aumentaba el tamaño de la
población estante, proceso que irá conformando un "ayuntamiento" (derivado del antiguo ayunto 'junta', y este del latín adiunctus 'junto'),
entendido como término para designar a los juntados
individuos responsables administrativos del gobierno y gestión de los
intereses de los vecinos del territorio donde ejercen sus competencias, que
aunque fueran delegadas, al ser ejercidas dentro de un territorio le confiere
la importancia de no tener superior en su línea.
La sociedad estamental (Definición ABC.com) |
En Arucas como en muchos pueblos de esta España,
la sociedad estamental había vislumbrado el peligro que amenazaba a la posesión
de sus bienes históricos, aquellos con los que sus antepasados se habían hecho
en siglos, que ellos disfrutaban desde su condición de individuos del clero o
de la milicia, unos con buenas congruas dedicados a la vida placentera y otros
como patrones o poseedores que administraban los bienes perpetuos, obteniendo
de ellos buenos lucros. Se preocuparon de ser los tres vértices de ese
triángulo equilátero llamado sociedad estamental que ejercía el poder total.
Poco tiempo después, cuando los liberales volvieron a imponerse al
monarca, los miembros de esa sociedad estamental de Arucas y otros pueblos, se
prepararon para continuar en la posesión de los bienes, aunque tuvieran que
someterse a los mecanismos que contemplaron las leyes de la desamortización de
los bienes.
Pedro Cerón y Ponce de León, capitán general de las isla Canaria, fue el fundador del mayor mayorazgo de Arucas, por su tamaño también conocido con el nombre del lugar, pero no dejó descendencia y sus herederos legales tampoco fueron estantes en el lugar. Otros sí, y ya en los primeros tiempos de la historia aruquense, siglo XVI, nos encontramos apellidos como de
Armas, de Matos, Ponce, Quintana y Rosales
que fundaron mayorazgos y capellanías para proteger indisolubles sus patrimonios.
Unos descendientes de los conquistadores Ivonne
de Armas, o Francisco y Juan de Matos; otros de María Ponce hija extraconyugal de Pedro Ponce de León, que se casó aquí
con el alférez Hernando Domingo Álvarez
Godoy; otros también de la línea terorense del conquistador Juan de Quintana afincado en Gáldar; o
del mayordomo fundador de la todopoderosa Cofradía de la Veracruz Felipe de Rosales y Troya. Sus
descendientes llegaron a vínculos o acuerdos matrimoniales, de los que nacerían
muchos canónigos y presbíteros, también con muy buenas congruas, o en las
milicias colocados como alcaldes de sueldo, con un denominador común: su
pertenencia a la clase privilegiada. Otros hay de las milicias que adquirieron títulos
de regidores vitalicios como los de Ayala,
Medina o Suárez quienes se
instalaron en sus haciendas de las afueras. Como ya se ha dicho en la
Introducción, en adelante, prescindiremos en los apellidos de las preposiciones
de posesión o localización y de las conjunciones copulativas interpuestas en la
antigua usanza para su mejor comprensión.
Casa de planta capellanía menor Pb. Juan Mateo de Castro (Google earth) |
Más tarde, la llegada de nuevos apellidos, unos
procedentes de otros lugares de la isla atraídos por la fecundidad de la tierra
y la bondad de sus aguas; otros, como nuevos arribados con orígenes galos o
lusitanos que llevaban de primer apellido el materno; sin olvidar los indianos que volvieron de Cuba con sus
talegas llenas para comprar tierras y aguas; todos obligaron a los primeros a
ampliar sus vínculos de sangre cuando los segundos acreditaron bienes suficientes
que permitieron su acceso a la clase privilegiada, compartir un sillón en el
casino o liceo, alquilar una silla en la parroquia, o tener una capilla en el
cementerio.
El nuevo escenario que se dibujó a partir de la Constitución de 1812 ya hablaba de
acabar con los alcaldes funcionarios de la Corona, y hablaba de su elección por
el pueblo, de la contribución de todos al sostenimiento de la "felicidad" de la nación,
aunque muchos analfabetos e invisibles en la historia no conocían de su
existencia o de su significado. Tenían por tanto que prepararse para cuando
llegara su momento, estar ahí, conocer de la gobernanza del pueblo, de cómo
distribuir los repartos contributivos, cerrar el paso a los extraños que
pudieran alterar el "status
quo". También tuvieron que adaptarse a los cambiantes sistemas de
participación política, ponerse el ropaje o disfraz de las corrientes
políticas, y después de los partidos políticos, en todo momento adaptando su
color al entorno, como hace el camaleón.
Era importante conservar sus bienes, su clase, la pureza de sangre, su posición de privilegio, en resumen sus estamentos; y en ello se esforzaron durante muchos años, en particular durante los que aquí contamos desde 1833 a 1932, pues en ellos se operaron los cambios que iban a marcar los siglos siguientes, donde ya como fuerzas fácticas necesarias supervisarán de alguna manera el cotidiano vivir en la ciudad y que su historia se escribiera de la forma más placentera a sus intereses.
Para conocer la verdadera
dimensión de los bienes vinculados, con casas, tierras y aguas afectados por
las leyes de desamortización en la jurisdicción que despertaban
muchas ambiciones entre sus propios poseedores, patronos, administradores o censatarios,
conozcamos la larga lista de quienes fueron los fundadores de mayorazgos,
capellanías y otros vínculos con bienes en Arucas, por orden cronológico de su
constitución, sin olvidar el oficio que desempeñaban si lo declaraban:
Jerónimo de Pineda
(1543); capitán Hernando Padilla y su mujer Luisa Espino (1562); capitán
general Pedro Cerón y Ponce de León y su mujer Sofía de Santa Gadea (1572);
Gregorio Barretos
(1647); labrador Domingo López (1648); María Guerra, viuda de Gregorio Álvarez
Travieso (1649); licenciado Luis León Afonso (1669); maetro de campo Antonio
Trujillo (1671); Juliana Pérez, viuda del capitán Domingo Suárez (1672);
capitán Juan González de Niz y su mujer Justa Sánchez de la Trinidad (1674); María
Laso de la Vega, viuda del capitán Juan Tejutas Cano (1674); capitán Juan Matos
y su mujer María González (1680); bachiller Juan Mateo de Castro (tres, 1680, 1683
y 1688); SÁNCHEZ beneficiado de Gáldar Francisco
Sánchez Tovar y su madre María Sánchez del Rosario (1686); canónigo Juan
González Falcón (1693); Blas Ortega Ortiz (1693); Fernando de Armas Troya y su
mujer Catalina Álvarez de Godoy (1693); capitán Gaspar Álvarez de Godoy y su
mujer Inés González (1697);
licenciado Blas González
de Niz (dos, 1702 y 1717); Josefa Castillo Olivares, viuda del maestro de campo
Antonio Trujillo Vergara (1704); Luisa Antonia Trujillo Figueroa, viuda del
sargento mayor Alonso Olivares del Castillo (dos, 1705 y 1726); licenciado
Matías Lorenzo Fernández (1711); bachiller Juan Quintana Rodríguez (1714); presbítero
Blas González de Niz (dos, 1716 y 1717); canónigo Manuel Álvarez de Castro
(1717); Bartolomé Navarro Ortega (1718); Blanca Moreo del Castillo, viuda del sargento
mayor Alonso Muxica Lezcano (1720); Francisco de Niz y su mujer Catalina
Rodríguez (1722); Estebana María Perdomo (1725); licenciado Leandro Curbelo
(1728); Ana Vargas Timagada (1734); Beatriz
Quintana (1738);Tomasa Miguel González (1738); capitán Gaspar de Ayala Quintana
(1742); coronel Francisco Manrique Amoreto (1748); Alonso Jordán (1750); maestro
escuela José Álvarez de Castro y Godoy (1753); Ana María Rosales, viuda de
Gregorio González Marrero (1753); presbítero Francisco Ponce Navarro (1759);
Juan González Travieso y su mujer Ana Suárez Fleitas (1763); canónigo Manuel
Massieu Monteverde (1765); Tomasa Henríquez, viuda de Domingo Guerra Travieso
(1767); Petronila Cabrera Vargas (1767); presbítero Gregorio Borges del Manzano
(1770); presbítero Juan González Zambrano (1770); Tomasa Henríquez, viuda de
Domingo Guerra Travieso (1772); presbítero José Antonio González Marrero
(1772); canónigo Vicente Antonio de Armas (1777); y Domingo Hernández Naranjo
Nieto y el Marqués del Buen Suceso Juan Domingo Hernández Naranjo Monasterios
(1788).
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