Las obras de la Plaza
del Mercado que se habían iniciado el 1º de septiembre de 1879 conforme al
proyecto del arquitecto José Antonio López Echegarreta y cuya dirección de
obras se encomendó a Antonio Guerra Rodríguez, financiadas con el préstamo de
la Heredad de Aguas y contratadas con Miguel Márquez, marchaban a buen ritmo si
bien el pleno del 23 de enero tuvo que admitir en parte una proposición del
contratista para sustituir la madera de tea de las puertas por madera de riga
dada la inexistencia en la isla de la primera a la venta pública.
El 8 de febrero el presidente del gobierno Práxedes Mateo
Sagasta del Partido Liberal nombra Ministro de Ultramar a Fernando León y
Castillo, y en el mes de mayo se aprueba la Real Orden del Ministerio de
Fomento ordenando se estudien con urgencia las obras del puerto de la Luz, al
considerarse como de refugio de interés general. El político grancanario desde
el primer momento sabe que el Puerto le puede convertir en el “benefactor” de la
isla, que con una cuidada política de concesiones puede contribuir al
engrandecimiento de Gran Canaria. Ambas noticias muy esperadas por los "leoninos"
va a suponer un fortalecimiento del partido en la isla dada la gran posición
política alcanzada por su líder, del que se esperan otros favores. Su hermano Juan
León y Castillo asume la jefatura local del partido, con la aparente sumisión
de los hermanos Bravo de Laguna y Joven, cuando le prometen promover a Agustín,
líder de la "facción agustina", para la Delegación de Gobierno en la
isla, y a Pedro como candidato a Senador.
Después de la aprobación
en el año anterior del proyecto de regularización de la plaza de san Sebastián
con la presentación de un plano por el alcalde, que marcaba la alineación
perimetral y dejaba una pequeña calle en el ángulo Norte-Este, a la que accedían
los solares colindantes y el propio edificio de las Casas Consistoriales en la
de Naciente, en el pleno del 27 de febrero se decide autorizar a Juan Guerra
Ponce a la construcción de una casa de dos pisos en el lateral septentrional de
la plaza.
Detalle de fotografía (Fedac) |
Conforme con la ley municipal
de 19 mayo de 1879, correspondía la renovación de los concejales, y los días
16, 17 y 18 de mayo se celebraban elecciones municipales para el nuevo mandato
que se iniciaba el 1º de julio.
En las fiestas
patronales de nuevo visitó Arucas el General Weyler quien trajo «la banda de música del Batallón Provincial,
y fué obsequiado por el Ayuntamiento y particulares como merecía tan
distinguida persona».
El 26 de junio son disueltas las Cortes y convocadas nuevas
elecciones de Diputados y la parte electiva de Senadores, dado que una parte
era nombrada por el rey, convocándose las elecciones para el 21 de agosto y 2
de septiembre respectivamente.
El Ministerio de la
Gobernación con tal motivo en su circular hace un curioso alegato «La
excitación de las pasiones, inevitable siempre en las luchas electorales, pero
mucho más cuando estas se repiten con tan corto intervalo de tiempo, hace
olvidar fácilmente la sanción penal que la ley tiene establecida contra los que,
á impulso de aquellas, se dejan arrastrar al terreno de la coacción, del
soborno y de las falsedades, olvidando las consecuencias que un proceso
criminal lleva consigo cuando es justificada la querella».
Se iba a producir la coincidencia en el tiempo de la renovación
de las Cortes cuando ya se había producido el relevo en el gobierno de los
municipios y el alegato del Ministerio de la Gobernación parece querer imprimir seriedad en el procedimiento electoral, pero poco cambio se va a
operar en los hábitos políticos de entonces.
El 1º de julio en la
sesión inaugural el alcalde saliente Antonio
González González recibió en sus cargos a los nuevos Concejales electos en
mayo: Blas Castellano Lorenzo, Bruno González
Castellano, Rafael Henríquez Marrero, Francisco Hernández Armas, Juan de Dios
Martín Jiménez Águila, Cleto Matos Afonso e Isidro Pérez Hernández, manteniéndose
en el cargo del anterior mandato José Cabrera
Barbosa, Salvador Hernández González, Francisco Pérez Marrero, Francisco Ponce
Marrero, Juan Medina Marrero, Pedro Quevedo Espino, Juan Andrés Suárez Guerra y
Manuel Suárez Rosales.
En dicha sesión es elegido
alcalde Bruno González Castellano, tiempos
en que la "cómoda y bien construida
carretera de 2º orden" después de atravesar Arucas y la Costa del
Bañadero, ya avanza hacia Guía y el trasiego de carruajes va en continuo
aumento. Bruno González Castellano mantiene además la Presidencia de la Heredad de Aguas.
Este año también, cuando
ya se está pensando en volver a plantar caña de azúcar, llega a la villa la "revolución industrial" cuando
Alfonso Gourié Álvarez-Conde y Ricardo Suárez Guerra se asociaron para
la construcción de una fábrica azucarera y un pequeño puerto de mar en
Bañaderos para el tránsito de la producción al de Las Palmas por mar. Se «comenzó á construir dicho ingenio donde
llaman "el puertillo" pero se abandonaron los trabajos cuando se
disolvió la sociedad» que fracasó por desavenencias. Al mencionar las
crónicas "D. Ricardo Suárez y
familia", hay que presuponer que en la misma comparecieron también sus
hermanos Domingo y Juan Andrés Suárez Guerra, así como la hermana Catalina Suárez Guerra casada con Francisco Matos Ayala, lo que aglutinaría toda la saga descendiente
de Francisco Suárez Medina, que fuera
alcalde real (1788), poseedor de las tierras del entorno del barranco de los
Palmitos desde El Trapiche al Hinojal, Parrales y Cruz de Pineda, donde después
edificarían la Fábrica de Azúcares Nuestra Señora del Rosario.
Llama la atención que
entre estos predios de los hermanos Suárez
Guerra y las tierras de Alfonso
Gourié Álvarez-Conde, se localizan las propiedades de Bruno González Castellano en Las Hoyas. Presumiblemente, si bien no
se dejó nada escrito en las crónicas de la villa, la intención primera del
promotor de la azucarera fue sumar a Bruno
González Castellano y que no prosperó por no interesar a este último o por
las aflorar las desavenencias entre los potenciales socios desde el primer
intento. Las recomendaciones de la Sociedad
Económica de Amigos del País aconsejaban a los promotores que la capacidad
de la fábrica azucarera y de aguardientes fuera de fuerza suficiente para moler
cuatro mil quintales de caña diarios, cuestión que demandaba suficientes
cultivos a tal fin.
Es más, los principales
interesados en la construcción de la fábrica en la Costa del Bañadero debieron
ser Bruno González Castellano y Ricardo Suárez Guerra, por la
localización de sus propiedades con grandes extensiones de tierras de cultivo
próximas al lugar. El primero heredó de su padre la Hacienda de San Andrés y
suyas eran también las tierras comprendidas entre el Camino Real de Gáldar y el
camino de las antiguas salinas de la Punta del Sombrero, la rivera de Los
Charcones. El segundo, tanto él como sus hermanos tenían grandes extensiones de
tierras de cultivo en Cruz de Pineda y El Trapiche, mejor comunicado con La
Costa que con Arucas, así como otras algo más distantes en la Vega de Guía y Gáldar,
por lo que no dudamos que fuera este último quien propusiera la construcción de
un "puertillo" para el
transporte por mar del azúcar hasta el Puerto de Las Palmas.
La compra por Alfonso Gourié Álvarez-Conde a su nombre
de las tierras costeras donde iba a construirse la fábrica y el "puertillo" pudo haber
desencadenado la desconfianza de los potenciales socios, pues no se entendería
leal que la adquisición del suelo fuera de una sola parte en una sociedad.
Con posterioridad Alfonso Gourié Álvarez-Conde se olvidó
del proyecto del “Puertillo” de Bañaderos, mucho más complejo que requería
mayor inversión económica, decidiendo construir su fábrica azucarera dentro de
sus propiedades más cercanas al cultivo, en un «lugar que antes era un llano formado por canteras agotadas, donde
había una era muy grande, embaldosada para trillar la cosecha de cereales que
producían las tierras del Mayorazgo», conocida como la Era de san Pedro, de
donde tomaría su nombre la fábrica, si bien las tierras del “Puertillo” también ya eran suyas,.
Cuando el primero ya
estaba comprando la maquinaria de la fábrica en Arucas, buscó sumar otros
interesados para la explotación de la caña y el tabaco e ideó la creación de la
Sociedad Agrícola Industrial de Canarias,
invitándose a pequeños agricultores aruquenses a los que se ofertaba una cuarta
parte y el resto serían de inversores de Barcelona, lo que parecía un tanto
sorprendente.
A estos potenciales socios
les condicionaba además que el domicilio de la sociedad fuera Barcelona, que
tuviera un único Administrador en la isla y la exigencia de que la cuarta parte
de las acciones era un desembolso de quinientas mil pesetas. La oferta llegaba
desde Barcelona, la realizaba Juan Torrens residente en la misma, que se
entendía era un testaferro de Alfonso
Gourié Álvarez-Conde, del que no tuvieron nunca noticias directas. Como se
dice, juntos, pero no revueltos. En el estudio de la operación por otros cultivadores
de caña en la villa se acabó el año.
Ya conocían de las expectativas que despertaba la caña con el informe que a la Sociedad Económica de Amigos del País había remitido uno de los desplazados a Madeira desde la villa de Guía.
Ya conocían de las expectativas que despertaba la caña con el informe que a la Sociedad Económica de Amigos del País había remitido uno de los desplazados a Madeira desde la villa de Guía.
«… la Sociedad quedó enterada con la mayor complacencia, de
la comunicación dirigida, desde Funchal en la Madera, el 29 de Enero último, al
Sr. Director de la Sociedad, por el Sr. D. Rafael Almeida, uno de los
individuos de la Comisión de la Ciudad de Guia, que pasó á aquella Isla á
estudiar el cultivo de la caña de azúcar y la industria azucarera; pues
manifiesta el atento y simpático recibimiento de las autoridades y personas más
notables de aquella Ciudad, y que desde luego se han prestado á facilitarles
cuantos datos y noticias puedan desear; que según los ya adquiridos, el cultivo
de la caña y la industria del azúcar en las Canarias darán resultados más beneficiosos
aun que los que se habían calculado, y reemplazarán con ventaja al cultivo de
la cochinilla; que en aquella Isla hay montadas siete máquinas de muy buenas
condiciones, dedicadas unas á la confección del azúcar y otras á la del
aguardiente; que las visitarían todas, lo mismo que los plantíos, y esperarían
á presenciar la molienda que debia empezar muy pronto».
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