En diciembre de 1892 se destapa en el ayuntamiento de
Madrid un caso de corrupción que afecta al alcalde conservador Alberto Bosch
Fustequeras, muy vinculado al ministro de Ultramar Francisco Romero Robledo,
provocando la crisis del gobierno conservador de Cánovas del Castillo tras la
ruptura de este último con Francisco Silvela y de Le Vielleuze que manifestó en
el Congreso que estaba cansado de «soportar al jefe». Siguiendo la estrategias
manipuladoras de la época y aprovechando la ruptura del partido conservador, Sagasta
logró que se aprobara la disolución de las Cortes para convocar elecciones en el
mes de marzo, donde sus liberales consiguieron 281 diputados, frente a los 44
conservadores canovistas y 17 conservadores silvelistas, con un fuerte avance
de los republicanos que obtuvieron 47 diputados (33 unionistas y 14
posibilistas), quedando los carlistas con 7 escaños. El avance de los
republicanos fue contrarrestado por Sagasta al formar gobierno, incorporando a
Emilio Castelar y sus republicanos posibilistas, renunciando este último a sus
ideas republicanas.
El coste económico del conflicto bélico que se originó en
el mes de octubre en Melilla por la construcción de un fuerte junto a una
mezquita y cementerio musulmán, y el proyecto de reforma colonial para conceder
mayor autonomía a Filipinas y Cuba, propuesto por el nuevo ministro de Ultramar
Antonio Maura -y yerno del ministro de Hacienda Germán Magazo que intentaba el
equilibrio presupuestario- al rechazado por las Cortes por considerarlo
antipatriótico, haciéndose eco del ultranacionalismo español y de la Iglesia,
obligaron a la dimisión de ambos y abriendo una crisis en el gobierno de
Sagasta, que pudo recomponer aun sintiéndose estrechamente vigilado por el general
Martínez Campos quien además amparaba a los militares que hostigaban a los
periodistas que daban noticias de los abusos por la represión indiscriminada
contra anarquistas en Barcelona, incluyendo como tales a catalanistas.
Dos años después, el error histórico del ultranacionalismo y militarismo que rechazó la
reforma colonial, terminó por desencadenar el inicio de la guerra en Cuba,
escenario en el que Sagasta se enfrentó de nuevo al general Martínez Campos
cuando este pretendió juzgar en tribunales militares a aquellos periodistas que
escribieron de los abusos. Sin otra salida en sus convicciones liberales y
frustrados sus proyectos políticos para el gobierno, Sagasta se vio obligado a
dimitir, ocupando de nuevo la presidencia del gobierno el conservador Cánovas
del Castillo. Los mayores espacios de los boletines oficiales que en los
primeros años del gobierno de Sagasta fueron ocupados por los textos de las
reformas fiscales de la contribución en la búsqueda del equilibrio
presupuestario, dieron paso a las interminables relaciones de mozos que eran
requeridos por el Ministerio de la Guerra para su participación en las guerras
de Melilla y Cuba, que hicieron verdaderos estragos en la población juvenil de
las islas, que no dudó en cambiar su lugar de residencia para eludir su
movilización.
(Fedac) |
Quizás en nuestra villa
y más allá de ella, después de una año con tanta vitalidad, el que la tercera
población de la isla en la práctica no deje ninguna noticia para su historia de
los acontecimientos vividos, habría que buscarlo en la desconfianza nacida
entre sus individuos, donde cada cual mira al otro para conocer de sus
intenciones, por una quiebra de sus relaciones, quizás ello debido al auge de
otras opciones políticas. Más aún cuando años después el ayuntamiento será
expedientado por no rendir cuentas de este año o por no seguir puntualmente sus
libros de actas. Es como si la quiebra de la confianza entre los “leoninos”
hubiera contagiado hasta el Secretario de la corporación, y en algo tendría que
ver la permanente interinidad en la alcaldía por la ausencia de su titular.
Cuando se inicia el año en la corporación municipal presidida por el
alcalde Domingo del Toro González, que
no asiste a las sesiones plenarias y es sustituido por el teniente de
alcalde Manuel González Martín, está además integrada por los concejales Juan Batista Henríquez, Juan Blanco García,
Vicente Domínguez Medina, Francisco Fernández González, Antonio González
González, Juan de Dios Martín Jiménez, Lázaro Silverio Pérez Acosta, Guillermo
Pérez León, Antonio Pedro Ponce Marrero, Pedro Quevedo Espino, Domingo Suárez
Guerra Ricardo Suárez Guerra y Basilio Suárez Ojeda.
El censo de electores lo
componen sesenta personas, cuyos nombres es bueno identificar para conocer los
cambios que se están produciendo con distintas opciones políticas representadas
en el ayuntamiento y que por su peso contributivo son:
Ramón Madan Uriondo, Domingo Guerra Marrero, Rafael Suárez González, Manuel
Suárez Rosales, Pedro Marichal Alvarez, Manuel del Toro Sánchez, Francisco Ponce
Martínez, Juan Andrés Suárez Guerra, Pedro Castellano Ponce, Domingo Marrero
Guerra, Manuel Fernando Marrero Ponce, Francisco Marrero Guerra, Francisco
Pérez Marrero, Manuel Rosales Marrero, Vicente Lorenzo Rodríguez, José Guerra
Navarro, Rafael Ponce Armas, Pedro Sánchez Moreno, Manuel Cabrera Marrero, Francisco
M. Rodríguez Rodríguez, Sebastián Hernández González, Antonio Guerra Rodríguez,
José Guerra González, Rafael González González, Segundo Ponce Martínez, Salvador
Hernández González, Francisco Hernández Armas, José Lorenzo Benítez, Cleto
Granado Afonso, Juan Rafael González Rodríguez, José Medina Marrero, Juan
Guerra Navarro, Benigno Rosales Hernández, Domingo Barbosa Pérez, Carlos Medina
Batista, Juan Hernández Arencibia, Manuel Guerra Navarro, Antonio Quintana
Medina, José Suárez Guerra, Bartolomé Falcón Jiménez, Martin Afonso González, Joaquín
Blanco Sapena, Eusebio Díaz Marrero, Isidro Pérez Hernández, Juan de la Cruz
González Matos, Blas Marrero Pérez, José Ferrera González, Juan Rafael
Rodríguez Rodríguez, José González Martín, Segundo Cabrera Henríquez, José
Tomás Marrero Suárez, Manuel Marrero Rubio, Manuel Rodríguez Lorenzo, Antonio
Vicente González Pérez, Juan Afonso Matos, Valentín Lorenzo Matos, Andrés Hernández
Marrero, Francisco Marrero González y Demetrio Granado Marrero.
(Fedac) |
Algunos de ellos están
en la Junta de Gobierno de la Heredad de Aguas presidida por Pedro Castellano
Ponce, integrada además por Laureano
Armas Ramos, Tomás García Guerra, Domingo Guerra Marrero, Norberto Henríquez
Hernández, Rafael Henríquez Marrero, Francisco Hernández Armas, Ramón Madan
Uriondo, Tomás Marrero Ponce, Francisco Ponce Martínez, Rafael Suárez González,
Manuel Suárez Rosales y Manuel del Toro Sánchez.
Es muy difícil, en el
tiempo presente, conocer cómo se alineaban estos individuos que ocupaban una
posición de privilegio, dado que siempre primaba su interés particular, y la
política de entonces estaba segmentada en tres opciones reconocibles: los “conservadores” o “patriotas”, los “liberales” o
“leoninos” y los “progresistas”, unos “republicanos
posibilistas” y otros “republicanos
federales”.
El empuje de la
conservadora “Asociación Patriótica”, cuyo líder local Francisco Blanco Falcón
se había quedado fuera de la corporación del municipio por “mala fortuna” en el sorteo como ya se ha visto, está poniendo en
peligro el predominio de los “leoninos” por sus propios errores, más aún cuando
en abril los diputados y compromisarios grancanarios desplazados a la
Diputación provincial para la elección de Senadores, son apedreados al
considerarlos cómplices de las políticas fiscales contrarias al comercio.
Esta incomprendida
postura independiente del grupo oriental representada por los “leoninos”, a los que consideran además
aristocráticos, es aprovechada a su favor por los “patrióticos” que inician un
acoso a los “leoninos” con acciones populistas y de cierta tendencia
anti-aristocrática. Después de los empates en las elecciones municipales
últimas, en la villa se percibe una situación donde todos desconfían de todos,
los conservadores se confunden con los republicanos, y el ayuntamiento
languidece en un año de puro trámite, con mucha desunión dentro del “leonismo”.
(Fedac) |
Ello motivó jocosos comentarios
periodísticos que enlazaban este viaje grancanario a Madrid con los tristes
acontecimientos vividos en Tenerife, de los que dicen han sido exagerados
deliberadamente.
«Coincidiendo con estas noticias, ha llegado á Madrid una
comisión de distinguidas personas de Las Palmas de Gran Canaria, compuesta de
los señores D. Tomás García Guerra, afamado é ilustradísimo letrado; D. Rafael
Massieu, propietario y de la alta sociedad canaria, y los señores don Juan
Rodríguez Quegles y D. Francisco Gourié, ricos capitalistas de dicha isla, que
se halla, como se sabe, separada de la de Tenerife por un brazo de mar de unas
20 leguas; comisión que viene á informar al ministro de Hacienda de los
procedimientos en extremo severos que está empleando la inspección técnica é
investigadora de impuestos.
De manera que sobre la provincia de Canarias, según gráfica
expresión de los comisionados, han caído dos epidemias: la sospechosa que
anuncia el gobernador, y la no menos mortífera que la investigación fiscal ha
llevado á los habitantes de Las Palmas.
Ahora bien: alejada esta última ciudad de Santa Cruz de
Tenerife por tan larga distancia; estando invadida la isla de Tenerife por una
epidemia que causa muchas víctimas, parece antihumanitario exigir, como está
exigiendo el delegado de Hacienda, que los vecinos de Gran Canaria vayan á
Tenerife para que asistan á los juicios, con peligro de sus vidas, y de que
luego no sean admitidos en los puertos de Gran Canaria, donde, gracias á la más
absoluta incomunicación con Tenerife, se disfruta de perfecta salud.
Es, por lo tanto, indispensable, según piden los diputados
de Gran Canaria y los distinguidos señores de la comisión, que el ministro de
Hacienda disponga por orden telegráfica al delegado que la inspección técnica
suspenda su investigación, y queden paralizados todos los expedientes, ya que
por el triste estado sanitario de la isla de Tenerife, donde residen las
primeras autoridades y organismos provinciales, es imposible que los
contribuyentes de Gran Canaria vayan á la capital á defender sus intereses.
Al propio tiempo llamamos la atención del señor ministro de la Gobernación sobre el estado de miseria que se inicia en Santa Cruz, según telegrama del gobernador, para que del fondo de calamidades se concedan algunos recursos á la capital de aquella provincia de España, tanto más, cuanto que Santa Cruz es una población de muy escasos recursos, que casi no cuenta más que con los oficiales que le presta el ser capital de la provincia».
Al propio tiempo llamamos la atención del señor ministro de la Gobernación sobre el estado de miseria que se inicia en Santa Cruz, según telegrama del gobernador, para que del fondo de calamidades se concedan algunos recursos á la capital de aquella provincia de España, tanto más, cuanto que Santa Cruz es una población de muy escasos recursos, que casi no cuenta más que con los oficiales que le presta el ser capital de la provincia».
No hay comentarios:
Publicar un comentario