En el año anterior se
había aprobado por la Dirección del Centro Telegráfico de la provincia para
instalar una estación en la villa de Arucas, comprometiéndose el ayuntamiento a
facilitar un local apropiado para la misma donde situar dos mesas, para el
aparato y atención al público. La demora que había tenido el ayuntamiento en
alquilar una casa en la calle de san Juan para destinarla a la Oficina de
Telégrafos, abierta el 18 de enero, impidió la pronta llegada de algunas
importantes noticias como la del fallecimiento del rey, cuyo funeral hubo de
celebrarse en enero.
Si estaba atento el
alcalde a congraciarse con aquellos “patriotas”
aruquenses que habían financiado la construcción del puente sobre el barranco
de Arucas para la carretera, y así tuvo la iniciativa de rescatar la
información de 1875 para dirigirse al Ministerio de Fomento pidiéndole
indemnizase a los propietarios particulares del ocupado Puente. «De esta determinación municipal, y de otra
pidiendo datos a la Heredad para patentizar al Ministro la propiedad particular
del citado puente, se dió cuenta a la Heredad, en oficio del Alcalde D. Manuel
del Toro Sánchez de 14 de Abril de 1886, y en su sesión de 19 de Abril
siguiente». En el pleno de 24 de
enero ya se recogía su envío por el gobernador al ministerio «Quedar asimismo enterado de un oficio del
Sr. Gobernador civil de la Provincia en que manifiesta haber remitido al Excmo.
Sr. Ministro de Fomento, la instancia formulada por este Ayuntamiento para que
se indemnice por el Estado el puente de mamposteria que existe en el barranco denominado
de Arucas y que vá á utilizarse en las obras de terminación del trozo cuarto de
la carretera de Las Palmas á Agaete».
Ya había pasado algo más
de un año desde la llegada del párroco Manuel
Morales Caballero, del que se conocía padecía “una cruel enfermedad” aunque siempre era incansable, y se tenía
la percepción de su empatía para con todos los parroquianos, no
distinguiéndolos por su condición económica y más próximo de los más
necesitados.
No hay constancia que
organizara suscripciones populares entre los feligreses para la obtención de
dineros, limitándose a administrar los escasos recursos que disponía la
parroquia. Fue así como en los casi once años que estuvo al frente de la
parroquia hasta su fallecimiento, se trajeron las imágenes del Sagrado Corazón
de Jesús, la Purísima “de vestir” tallada
por Agustín Navarro en Las Palmas, y la de san Luis Gonzaga realiza por Arsenio
de Las Casas en Guía. Se doró por “Macarito” el sagrario antiguo y la imagen de
santa Lucía de la escuela sevillana, así como los altares de Ánimas, de santa
Lucía y de la virgen del Carmen, se lacaron las imágenes de san Sebastián de la
escuela sevillana, san Rafael y el niño Jesús que estaba en una urna sobre el
confesionario del cura, se pintaron de blanco las columnas y arcos de la iglesia,
se hizo un ropero para el archivo, y se estrenaron un hermoso terno de
terciopelo negro y un catafalco grande para las grandes solemnidades. Muchos
dineros fueron necesarios para tales obras y no nos ofrece dudas que buena
parte de ellos salieron de la asignación particular que tenía el párroco
Morales y del coadjutor del Cardonal Juan Francisco González.
Debió ser de esos
párrocos que aparecen muy de vez en cuando, como lo fue esa coincidencia que se
da una vez cada siglo, como aconteció el jueves 24 de junio coincidiendo el día
del patrono con la festividad del Corpus. Dos días antes, el Obispo José
Pozuelo Herrero llegaba de la Costa del Bañadero para llevar la custodia en la procesión.
Del mencionado por nuestro primer cronista “Macarito”, hizo
en 1916 una dura crítica de sus trabajos de restauración el Profesor de Dibujo
Santiago Tejera de Quesada, en su estudio de “Los grandes escultores”: «un
escultorcillo errante que en los templos de esta isla se conocía por su
estructura afeminada y ridícula con el nombre de Macarito, merodeador de
iglesias, atrevido, ignorante, y á los consentidores, tan cómplices como él en
su obra devastadora, y cuyo salvajismo subleva el ánimo de toda persona
inteligente que se precie, además, de buen canario».
La Junta municipal del
alcalde Manuel del Toro Sánchez estaba
compuesta por un grupo de "fieles",
con algunos díscolos y competidores molineros azucareros que no eran sumisos.
Le acompañó como teniente de alcalde el conservador Antonio Guerra Rodríguez, y la integraban además Martin Afonso González, Manuel Cabrera
Marrero, José González Martín, Pedro Marichal Álvarez, Juan de Dios Martin Jiménez Águila, Carlos
Medina Batista, Antonio Quintana Medina, Domingo Suárez Guerra y Ricardo Suárez
Guerra, más otros que dejaron
de asistir a las sesiones.
Como Contribuyentes
Asociados concurrían a algunas sesiones Domingo
Guerra Marrero, Pedro Guerra Ponce, Domingo Ortiz Marrero, Guillermo Pérez
León, Rafael Ponce Armas, Manuel Rosales Marrero, Manuel Recco Bello, y Rafael Suárez González.
Con tanta lucha política
a nivel del Estado, donde no había un claro dominio entre liberales y liberales-conservadores, y aun así en ese entente de “pactos de El
Pardo” donde se habían repartido el poder, marginando a los republicanos y a los conservadores más puros, el alcalde Manuel del Toro Sánchez que había
iniciado su carrera política a la sombra del influyente médico del Carril Manuel González González, en los tiempos
de su presidencia del Partido Progresista
y también de la Real Sociedad de Amigos
del País de Gran Canaria a la que accedió como vocal nuestro ahora alcalde, conservaba con relativa tranquilidad su
estratégica alcaldía sin que nadie le inquietara, sin necesidad de tomar
grandes iniciativas municipales, lo importante era no llamar mucho la atención mientras
la situación se mantuviera y respetara el mando del jefe insular de los "leoninos",
el ingeniero Juan León y Castillo que emulaba el estilo de su hermano Fernando,
ahora en el todopoderoso Ministerio de la Gobernación.
Antigua calle El Reloj (Fedac) |
En la sesión del 26 de octubre se adoptó el acuerdo de anunciar en pública subasta el remate de
las obras de adoquinado de la calle de El Reloj, por 1.242 pesetas y 78
céntimos, obra que suponía un auténtico ensayo en el proyecto urbano de la
villa. La obra fue adjudicada al
contratista Manuel Aguiar Henríquez.
Este año Alfonso Gourié Álvarez-Conde renunció
formalmente a pertenecer a las Juntas Municipales de Amillaramiento de los
municipios de Arucas y Santa Brígida donde se localizaban sus tierras, que
tenían la potestad de revisar los padrones de los bienes amillarados y sus
titulares a efectos contributivos. Aunque ello pudiera entenderse que no vela por sus intereses, nunca precisó estar en estas Juntas dado que
se veía bien protegido por aquellos que llevaban el gobierno municipal.
Tampoco le interesó
demasiado tener un exceso de protagonismo cuando todo su esfuerzo lo tuvo centrando
en el pleito que mantenía con la Administración de Hacienda por la entrada del
azúcar en la Península, que aunque fue declarada de producción nacional, se le
imponía el pago del impuesto transitorio y recargo de azúcares, aduciendo la
aduana que la libertad del régimen arancelario canario permitía el perjuicio al
Tesoro Público por la introducción a su sombra y de forma fraudulenta de productos de procedencia extranjera, y no estaba
contemplada legalmente ninguna excepción. Su apoyo a los "leoninos" lo era para obtener que esta excepción fuera
regulada en el Congreso, cuestión que patrocinaba Fernando León y Castillo que
en este tiempo era Ministro de Gobernación como ya se ha dicho.
Por lo que ha supuesto
como fuente bibliográfica para este autor, he de recoger aquí puntualmente que
el 8 de diciembre nació en el domicilio de sus padres en la calle El Terrero
número 17, el primer cronista de Arucas Pb. Pedro Marcelino Quintana Miranda,
autor de distintas obras y cuadernos sobre la historia local.
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