A principios de enero tomó posesión la nueva Junta Directiva de la Sociedad de Instrucción y Recreo de la Villa
de Arucas, , y cuyos restantes miembros eran políticos locales de ambos Partidos Viejo y Nuevo, y algún que otro no correligionario de ninguno, figurando
como presidente, Feliciano Caubín;
vice-presidente, Antonio González
González; tesorero, Manuel Guerra;
contador, Pantaleón Díaz;
bibliotecario, Joaquín Moreno;
presidente de instrucción, Juan de Dios
Martin; id de socorro, Isidro Torres;
secretarios, Pedro Castellano Ponce y
Manuel González Martin, y a Vicente
Cabrera Lemus lo encontramos como presidente de recreo.
Habría que añadir que en
este tiempo en la villa sólo había una sola banda, en la que se incorporaron
miembros de las dos anteriores, hecho que fue lamentado por la prensa pues la
competencia entre ambas había aumentado su prestigio.
«La Villa de Arúcas, por
desgracia, es hoy uno de los pueblos que se hallan en el último caso, sin que
haya razón que justifique tan punible indiferentismo. Una población que tuvo
dos bandas establecidas rivalizando cada una en deseos de superar á la otra;
que sus muchos elementos y grandes recursos son cada dia mayores, no
puede disculpar en manera alguna la imperdonable falta que comete, dejando que
continúe por mas tiempo la decadencia que se ha notado en las funciones de Sta.
Lucia y año nuevo. Lo mismo su municipio que el vecindario tienen el deber de
utilizar para tan ventajoso objeto cuantos medios estan á su alcance, a fin de
que no desaparezcan ni sean perdidos del todo los adelantos obtenidos ni los
sacrificios hechos en otras épocas; con esto darán una prueba mas de su
patriotismo y civilización».
Andaba algo despistado
el periodista, pues al margen de la noble competencia entre las bandas, la
existencia de dos se debió a la división de los políticos locales en dos bandos
locales enfrentados, hecho nada deseable dentro de una pequeña comunidad de
vecinos.
Y no es que las
diferencias desaparecieran, pues a ambos bandos les unían los intereses
compartidos cuando tenían que enfrentarse a otros que padecían los abusos de
poder, y así denunciaban en un remitido en los primeros días de marzo en el
periódico “El País”, cuyo extenso texto
reproducimos en su integridad por su notable interés para la historia local al
tratarse de un auténtico manifiesto reclamando la unión de aquellos que
permanecían ausentes de la política e intereses económicos de la villa, que irá
señalando nuevos movimientos ideológicos y sociales:
«Es incalificable cuanto pasando en esta villa.
Incalíficable, porque cualquiera apreciación que se intentara dar á lo qué
presenciando estamos, se quedaria con mucho muy atrás, la que merece en sí el
asunto ó asuntos que tanto preocupan hoy los ánimos de los vecinos.
Pasó ya el tiempo en que este pueblo, desconociendo sus
verdaderos intereses, ciego obedecía al capricho de uno que otro rico
propietario, que, erigiéndose, como suele acontecer, en su protector, no
pretendia más que satisfacer sus miras y velar por su bolsillo, para hablar sin
embozo, cuando lo menos que le llevaba al bien que aparentaba, era el amor a la
prosperidad y fomento del pueblo en cuyo ídolo quería levantarse.
Grupo de hombres de Arucas (Fedac) |
LA Heredad de aguas conociendo los gravísimos perjuicios
que no solo se irrogabán á sus miembros, si que tambien á la clase pobre, no
heredera de las mismas, con el remate que diariamente se verificaba en su casa
de reparto, y en cuyo acto reinaba, á todas luces, la más vil envidia y la más completa
inmoralidad, acuerda, en junta general, la supresión del expresado remate.
¿Y cómo no había de suprimirlo, cuando tiempos habia que se
estaba palpando el desatino?; Los hijos de Árucas que leyeran estas líneas, no necesitan
pruebas de ello; á los que no lo son básteles saber que ningún particular que tuviese
aguas en venta, hacía propuesta alguna, mientras no sonara la escándalosa
campana del remate.
¿Y qué sucedía entonces? Que los mismos vendedores, por sí
ó por medio de otros, ahora por satisfacer rencores particulares, bien por
hacer valer sus aguas, licitaban en el público remate, hasta subirlas á una
cantidad fabulosa, desmedida, ó de sus odios, para hacerlas tragar en alto
precio a su rival, que á todo trance las necesitaba para sus frutos que se
perdían, ó de sus ambiciones, para tomar por típo de venta, al precio á que en el
mismo remate las habian llevado.
La Heredad, dije, no desconociendo estos y otros males, suprime
la subasta de sus aguas, y las distribuye equitativamente entre sus miembros,
por una módica renta pagadera á fines de cada año. Hoy, pues, el que tiene agua
que vender se acerca particularmente al que las necesita, y el precio
convencional ha sustituido al forzoso de remate
¿Pero se ha remediado acaso por completo el mal? ¡Ojala y
que nuestra pluma nunca tuviera más que prodigar merecidos elogios! Entonces,
si, que nos veríamos obligados á censurar el abuso que se está tolerando, de
permitir se expongan en subasta algunas aguas particulares.
Evitábámos un mal, y se nos quiere hacer caer en otro. De
aquí es, que, siempre el vendedor, está á la escucha de las del precio de ese
remate particular, para que le sirva de tipo á la venta de las del dia venidero.
¿Es esto unir su voto á los sufragios de todo un pueblo,
que con justísima razón rechaza un mal, cuando se le tiende un lazo para caer
en otro mal semejante?
¿Es esto velar también por sus intereses? Se invocará, no lo
dude, el libre y útil dominio que la naturaleza y las leyes dan á cada cual
para disponer al antojo de su propiedad. No desconocemos tales principios en el
círculo de la justicia y dé la moral. Pero de ellos, a lo que está sucediendo va
inmensa distancia.
¿Quién, entonces, no reprobaría la conducta del labrador,
que, conduciendo sus frutos al mercado, para obtener el precio que exigiera sus
desmedida avaricia, los expusiera en pública licitación? ¿Qué autoridad permitiría
semejante abuso? Sin inmiscuirnos en el terreno del jurisconsulto, y si es ó no
legal, la permisión de una subasta que tantos males ocasiona, solo podemos
asegurar, que el hombre que se precia de amante del bien y prosperidad de un pueblo,
que, ó por su posición social ó por los intereses que representa, no coopera á
alcanzar el fin bueno a que la comunidad aspira, ese hombre, ni es, tal amante
de su pueblo, ni menos verdadero representante de él.
¡Afuera desniveladoras consideraciones á extraños! La moral
y la justicia no son aceptadoras de personas, porque giran siempre en el inflexible
eje de lo bueno, de lo justo. Oigan esto, los que oirlo deban; y entiendan que
una máscara no puede llevarse por mucho tiempo, sin que se descubra al personaje.
La villa de Arúcas encierra en sí sobrados elementos para hacer frente á particulares
exigencias; pero falta la unión; ya lo van conociendo sus habitantes, y las antiguas
rencillas de partidos, esas banderías locale$, que á todo conducen, menos al bien,
van extinguiéndose. El día en que hayan concluido, renacerá para ella otra
época de más prosperidad y adelanto.
Pero no es esto solo. Un triste desengaño ha venido á
confirmar la poca estima que se hace á todo un pueblo, con el bien, del que se
nos acaba de privar. Presupuesta nuestro Iltre. Ayuntamiento, en años pasados
la cantidad de 48.000 reales para conducir á la plaza de San Sebastián de esta
villa, por medio de cañería, la tan nombrada agua de la fuente del Hierro; medida
cuya necesidad en tanto se hacía sentir, cuanto que en tiempo de invierno, las avenidas
no sólo initulizan la única agua que tenemos potable, sino que obligan a
quebrarla, para atender á las composiciones y desperfectos qué causan á nuestra acequia real. Para subvenir, pues, a
tal necesidad, nuestro Ayuntamiento pacta con el dueño de la expresada fuente, conducir
su agua hasta, poner una llave para el abasto público en la antedicha plaza,
cediendo la sobrante en beneficio del mismo dueño, que la utilizaría en sus
propiedades colindantes á la misma.
El proyecto no podía ser más acertado; útil para el pueblo y
no menos beneficioso para el propietario del agua, puesto que de ese modo podía
regar terrenos, antes de sequero. Se procede al estudio del proyecto y se encargan
al extranjero los caños para la obra.
Primer desacierto. Para conducir una pequeña cantidad de agua,
se pide una cañería sobradamente capaz de otra y otra tanta cantidad; y no es
esto solo, sino que además los caños en su mayoría no eran suficientes por sí a
contener el líquido. No obstante, se procede á la obra en más de su mitad,
hasta poner el agua á la parle opuesta del barranco, qué no menos en invierno, impedía
tomar en su nacimiento.
Se hizo el primer ensayo, y todo se convierte en minaderos;
apenas llega á salir una exigua parte; pero es el caso, que los 48.000 reales,
se han consumido con mezquino resultado.
¿Qué hacer? Se consigna otra no despreciable cantidad para
recorrer segunda vez toda la cañería y cubrir todos sus desproporcionados caños
con una capa de argamasa; con cuya medida, salvo uno que otro minadero que se
corrigió, se consigue hacer salir íntegro el pequeño caudal de agua. Tenemos
pues invertida en la obra una respetable cantidad, tan sólo, repetimos, en poco
más de su mitad. Pero al menos teníamos el agua en un punto más próximo a la
población, accesible en cualquier tiempo á todo el vecindario, y la dábamos por
bien gastada. Más la indignación general sube de punto, citando después de tantos
sacrificios, de tantos miles de reales invertidos, se recoge y corta el agua á su
primitivo nacimiento por orden, que según hemos oido, diera su antiguo dueño.
Detalle de tubería con pérdida de aguas (Fedac) |
Supongo, en favor del mismo, qué no se haya prefijado
tiempo que trascurrido, irritara al contrato. En esta hipótesis, ¿podría ya el
dueño recoger sus aguas?. Repetimos, no es nuestro ánimo ventilar cuestiones de
derecho. Lo que sí podemos afirmar, basados en la misma razón natural, sobre la
que descansa el derecho, que el dueño de dicha agua, si creía perjudicados sus
intereses, (acaso en alguna mezquindad), podía y debía obligar al Ayuntamiento al
exacto cumplimiento del contrato, sin antes tomar medida tan dura, y salvar de ese
modo el respeto debido á todo un pueblo; como asimismo el Ayuntamiento, por su parte,
en prueba de su desvelo por los intereses que le han confiado y representa, antes
de permitir tal medida, acudir debía á otros medios salvadores, y no dejar infructuoso
un sacrificio, una obra, en la que se ha invertido más de lo que debiera, si
las cosas se pesaran y consultaran debidamente, antes de darles principio.
Excogiste, pues nuestra Municipalidad ese medio salvador acuda,
si necesario fuere, á la generosidad de estos vecinos, y haga en obsequio de su
pueblo, que no continuemos privados del bien, que lamentamos perdido».
Imaginamos que este acontecer con la traída del agua de abasto al alcalde Bruno González Castellano, no terminaba
por agradar, tanto por la fuerte inversión realizada que nació con problemas técnicos
de cálculo y que le supondría serios litigios con el donante Alfonso Gourié Álvarez-Conde, cuyas
relaciones eran algo distantes de los propios conflictos fronterizos de las
tierras adquiridas por ambos al Mayorazgo de Arucas, y en aquellos otros bienes
que se vieron obligados a compartir la titularidad por ser proindivisos.
Y ello acontece cuando se ve en la obligación de proteger las producciones
alimentarias locales que tributan al ayuntamiento, en especial panaderos y
tahonas, dado que el gran aumento de la población por la cochinilla causó un
efecto llamada para panaderos y otros buhoneros de la isla, quienes se
acercaban un día y otro para vender sus productos haciendo competencia a los de
la villa. Por esta causa se publicó por el ayuntamiento una norma de poner
precio al pan, maíz y demás artículos alimenticios, medida que se puso en práctica
el viernes 23 de marzo, y alejar de aquel mercado los vendedores forasteros que
hacían la concurrencia.
La subasta de la obra del matadero-despacho de carne fue adjudicada al maestro
de obras de la villa Rafael Henríquez
Marrero, consisten en tres
dependencias dispuestas en dos estancias, en la mayor se situaba el establo y
el matadero, y en la otra el despacho de carnes, con dos arcos de medio punto de
piedra de la villa, ventanas adinteladas de piedra y huecos recercados, y los
paramentos de mampostería. También el suelo era de piedra para cumplir con las
normas sanitarias, por las que había sido denunciado el despacho anterior.
Antiguo despacho-carnicería-matadero antes de su actual rehabilitación (Patrimonio Municipal) |
La gran noticia para celebración del párroco José Antonio
Rivero Mireles en las fiestas patronales no lo fue su función religiosa, ni
su procesión. Lo fue la confirmación de que Vicente
Lemus Cabrera ya no dirigía la banda de música, sin que trascendiera lo fue
por aburrimiento propio o por decisión de las fuerzas fácticas locales. Lo que
sí trascendió es que «En ella se hace notar el considerable atraso
que se nota en la banda de música, desde que dejó su dirección el joven D. Vicente
de Lemus». Imaginamos que la retomaría el organista de la parroquia o algún
ferviente de la grey del párroco que supiera entonar el “Pange lingua” de santo Tomás de Aquino.
Cuando llegan a la isla las noticias de la Revolución en los primeros días de octubre, los acontecimientos vividos en Arucas son contados así en las crónicas: «A final del verano corrió la noticia de que en Madrid había sucedido un cataclismo político, ocasionando la caída de la Reina Isabel II. Un atrevido que quisiera celebrar los acontecimientos repicando las campanas y el sacristán se negara a entregarle las llaves para abrir la puerta de la torre, penetro por una de las ventanas inferiores y echó las campanas al vuelo de forma alborotada durante todo el tiempo que lo tuvo por conveniente.
El Sr. Beneficiado ausente a aquella hora por asuntos de su ministerio, al llegar a la casa parroquial y enterarse de lo que acababa de suceder, cogió un grueso bastón y estuvo largo rato paseando -esperando- en el embaldosado exterior del templo... Pero como en toda Arucas era bien conocida la bondad y también las energías del buen párroco, creyeron oportuno ¡por razones de prudencia! dejar quietas las campanas en la torre y... agazaparse donde no les diera el sol, al saberse que no había sucedido en Madrid la trapatiesta que ellos, anticipadamente habían saboreado».
Otra más dice así: «El día en que se dió el grito en Las Palmas contra Isabel II, el Párroco de Arucas, Don José Antonio Rivero, sufrió algunos atropellos por algunos desalmados, hijos espúreos de la iglesia y de un Pueblo, cuyo mayor timbre de gloria era sus cristianos sentimientos. El cabecilla revolucionario principal fue Don Vicente Lemus Cabrera, quien viendo que el Cura se negaba a entregar la llave de la torre y a repicar las campanas, después de dar varios gritos de muerte contra el Párroco, a lo que el Pueblo no ayudó, trajo una escalera y escalando la torre se apoderó, con escándalo, de las campanas, repicándolas por mucho tiempo.
Por entonces, la Villa de Arucas, que amaba de corazón a su Párroco, con excepción de algunos que nunca faltan, sabiendo que se le había quitado al Clero sus rentas para vivir, subvencionó con creces al Sr. Rivero, pagándole la renta mientras duró el período revolucionario».
Para situarnos en el lugar cómo se cocían entonces las políticas locales, conozcamos que ya a principios de año al “espúreo” revolucionario Vicente Cabrera Lemus lo encontramos como presidente de recreo en la Junta Directiva de la Sociedad de Instrucción y Recreo de la Villa de Arucas, integrada por muchos políticos locales del Partido Viejo y del Nuevo, y que sus diferencias con el párroco lo fueron porque este último, José Antonio Rivero Mireles, tenía preferencias porque el director de la banda fuera el organista de la parroquia.
Parece que entraban en las competencias del presidente de recreo tocar las campanas para así acreditar que los conservadores de siempre se sumaban a La Gloriosa. Tendríamos que avanzar once años en las crónicas posteriores para verlo en 1879 como promotor de la nueva banda de música vinculada al Liceo. En cualquier caso, los ánimos del párroco José Antonio Rivero Mireles siempre estarían a favor de la reina que le otorgó su Beneficiado económico que ahora peligraba, y en contra de todos los "espúreos" revolucionarios.
Aunque la alcaldía había sido de nuevo ganada por Bruno González Castellano, las nuevas
disposiciones del gobierno provisional exigieron el nombramiento de todos sus
cargos por la Junta de Gobierno el 7 de octubre, prácticamente rotaron en sus puestos, muchos presentes en la Junta Directiva de la Sociedad de Instrucción y Recreo, con la gran ausencia y única salvedad del anterior alcalde que no dudamos
podría venir también condicionada por los cambios experimentados en su
situación familiar, sin poner en duda los conflictos que se le plantearon con
la traída del agua de la Fuente del Hierro y sus defectos de ejecución que
tanto le quitarían el sueño.
En los días anteriores había caído una fuerte granizada que volvió a cebarse con la cosecha de cochinilla «Las últimas lluvias han causado daños de consideración en las vegas de la villa de Arúcas. La granizada que cayó el 28 del pasado en aquella jurisdicción, derribó más de la tercera parte de la cochinilla que se hallaba en el nopal».
Así en octubre, el alcalde 1º es de nuevo Luis Ponce Ponce y el resto de la corporación lo forman: Antonio González y González (alcalde 2º), Miguel Suárez Ponce (síndico) y los concejales Blas Castellano Lorenzo, Juan Batista Castellano Marrero, Pedro Castellano Ponce, Cleto Granado Afonso, Justo Hernández Hernández, José María Marrero, Domingo Marrero Guerra, Rafael Ponce Armas, Juan Ponce Marrero, Francisco Ponce Martínez, Ricardo Suárez Marrero, Isidro Suárez Ponce y Manuel del Toro Sánchez. Por derecho constitucional el alcalde asumirá también la Presidencia de la Heredad de Aguas. La Junta Revolucionaria de Las Palmas fue presidida por el médico aruquense Manuel González González, cuya presencia en la misma pudo haber sido determinante en el nombramiento de la corporación.
En los días anteriores había caído una fuerte granizada que volvió a cebarse con la cosecha de cochinilla «Las últimas lluvias han causado daños de consideración en las vegas de la villa de Arúcas. La granizada que cayó el 28 del pasado en aquella jurisdicción, derribó más de la tercera parte de la cochinilla que se hallaba en el nopal».
Así en octubre, el alcalde 1º es de nuevo Luis Ponce Ponce y el resto de la corporación lo forman: Antonio González y González (alcalde 2º), Miguel Suárez Ponce (síndico) y los concejales Blas Castellano Lorenzo, Juan Batista Castellano Marrero, Pedro Castellano Ponce, Cleto Granado Afonso, Justo Hernández Hernández, José María Marrero, Domingo Marrero Guerra, Rafael Ponce Armas, Juan Ponce Marrero, Francisco Ponce Martínez, Ricardo Suárez Marrero, Isidro Suárez Ponce y Manuel del Toro Sánchez. Por derecho constitucional el alcalde asumirá también la Presidencia de la Heredad de Aguas. La Junta Revolucionaria de Las Palmas fue presidida por el médico aruquense Manuel González González, cuya presencia en la misma pudo haber sido determinante en el nombramiento de la corporación.
Puede apreciarse que
están todos de nuevo, en esta ocasión todos se suman a las corrientes
imperantes en el Estado al margen de las procedencias de cada uno, donde
aparecen los de siempre y se incorporan hijos, en algún caso junto a sus
padres, o los nuevos parientes o amigos. Así tenemos a Juan Ponce Marrero y a su hijo Rafael Ponce Armas del local Partido Nuevo y sus correligionarios Miguel Suárez Ponce; Francisco
Ponce Martínez hijo del conocido Antonio
J. Ponce Ponce y sobrino del alcalde Luis
Ponce Ponce del local Partido Viejo con
sus correligionarios Juan Batista
Castellano Marrero y su hijo Pedro
Castellano Ponce, de quienes hemos de apuntar que son cuñado y sobrino de
los hermanos Ponce Ponce, y también
hijo y nieto del alcalde Pedro Castellano González (1814), así como Blas Castellano Lorenzo, regidor durante los mandatos de los
hermanos Ponce Ponce; así como nuevos nombres, en su gran mayoría
todos los que se comprometieron en la pre-financiación de la carretera del
Norte hasta Arucas.
En la primera sesión del 11 de octubre, se sigue el
trámite del proyecto iniciado en 1855 y avanzado en 1864, para la construcción
de un edificio sede para el ayuntamiento, adoptándose el acuerdo de solicitar
autorización para la demolición de la ermita de san Sebastián, en el que se
dice el estado de abandono y ruina de la misma:
«Acto seguido y teniendo en consideración la Municipalidad
lo conveniente y útil que será al vecindario que representa, el que se ensanche
la plaza donde hoy se encuentra situada la Ermita que denominan de San
Sebastián, derribando ésta, que de ningún modo se utiliza al presente, ni ha
utilizado hace mucho tiempo, en los objetos destinados al Culto. Acordó, se
acuda inmediatamente a la Junta Superior de Gobierno de Gran Canaria, pidiendo
se digne autoriza a este Cuerpo para que, desde luego, pueda poner en ejecución
el derribo de la indicada Ermita, por convenir así a los intereses materiales
de la población, toda vez que la expresada Ermita se encuentra enclavada en la
que hoy sirve de plaza de mercado».
Imagen de san Sebastián (Richardr en Flickr) |
Sorprende además que
culpe al alcalde, mandamás del Partido Viejo, el más conservador, que podría representar en
Arucas la opción que defendió y firmó el concordato con la Santa Sede en 1851,
que dio lugar al reconocimiento del Beneficiado por Isabel II. Tan pronto como el ayuntamiento recibe
la autorización de la Junta Superior para el derribo de la ermita, el 18 de
octubre se reúne en pleno y toma el acuerdo que dice «considerando que de la pronta ejecución de las obras que han de
llevarse a efecto reporta un señalado beneficio al vecindario a que representa,
acordó por unanimidad que, desde el dia de mañiana, se dé principio al derribo
de la Ermita de San Sebastián, poniendo esta circunstancia desde hoy en
conocimiento del Vbie. Párroco de esta Villa, a fin de que, por si, o por
persona que delegue y entregando previamente al Sr. Alcalde las llaves de la
referida Ermita, se presente con los Señores Concejales comisionados por esta
Corooración a hacerse cargo, bajo inventario, de todos los ornamentos y
cualesquiera otros objetos que alli se encontrasen destinados al Culto;
debiendo los mismos comisionados inspeccionar las trabajos que se ejecuten;
cuyos gastos y lo demás que ocurran para asuntos análogos que no están
previstos en el presupuesto, se satisfaga del capítulo de imprevistos», haciéndose
cargo el párroco en el mismo día de las imágenes de san Sebastian y de san Pedro,
las aras de sus altares y unas cruces para entregar las llaves de la ermita.
Otro de los acuerdos adoptados por la municipalidad fue el rescate de la cantera junto a la carnicería, por vencimiento del plazo de la concesión: «… la suspensión de los trabajos en la cantera cercana á la carnicería; medidas que, lejos de merecer censura, son más bien dignas de elogio, atendiendo á las razones que movieron al Ayuntamiento á obrar así, mirando por los intereses del pueblo. En 6 de Mayo de 1866 acordó el Ayuntamiento anterior sacar á pública subasta y por tan solo un año, la explotación de la pequeña cantera á que hace referencia el suelto, rematándola, en 10 de Junio del mismo año D. Pablo Rodríguez Cabrera, por la cantidad de 242 escudos».
Manuel González Castellano uno de los importantes compradores de la otra mitad aproximada del Mayorazgo, no acertó con la elección de sus socios en los nuevos negocios emprendidos. Dos años atrás, el 12 de enero de 1865, había constituido con Antonio Matos Moreno y Marcial Melián Sánchez una compañía mercantil bajo la razón social de "Melián y C.A." para dedicarse al transporte de personas en diligencias por las carreteras de la isla, que el 26 de septiembre de 1867 se disolvió la compañía por desacuerdos con el tercero de los socios, el conocedor de la actividad. En un nuevo intento de Manuel González Castellano de seguir con las diligencias, constituyó una nueva sociedad "González y Cia." con Antonio Matos Moreno, hasta que el 28 de marzo de este año, su segundo socio vuelve a separarse al quebrar la nueva sociedad y para centrarse en su actividad de contratista de la carretera del Norte. Ambos tuvieron que comprometerse a pagar a sus acreedores. Su hermano Bruno González Castellano y su padre hicieron frente a la junta de acreedores, avalando la quiebra judicial, adjudicándose el primero los bienes que su hermano había adquirido del Mayorazgo.
Manuel González Castellano, que se había casado
con Isabel Díaz y Aguilar, y de cuyo matrimonio nació el 4 de diciembre de 1866
su hijo Francisco González Díaz, que
será el escritor conocido como el "Apóstol de los árboles", presumiblemente
vendió a su hermano Bruno González
Castellano las tierras y aguas adquiridas al Mayorazgo, así como la azada
de las Aguas de san Juan que había rematado, concentrando el segundo la mayor
cantidad de tierras en Las Hoyas.
En noviembre el
Gobernador Civil cesa a cuatro concejales sustituyéndolos por Cleto de Matos, Rafael Suárez González, Juan
de Dios Martín Jiménez y Miguel
Suárez Ponce, sin que trascendieran las causas de sus ceses que se les
supone vinculados al cambio político en el Estado. Ese mismo mes, cuando en
Arafo es destituido el párroco por sus continuas intromisiones en la instrucción
pública, el párroco de Arucas ve publicada una cariñosa dedicatoria en el periódico
“El País”: «Algo de eso pudiera haberse
hecho con algún cura de por aquí y de Arúcas también. ¿No es verdad?».
En diciembre para celebrar la Navidad, el periódico “El Progreso de Canarias” se hacía eco del suelto dado por “El País” y lo ampliaba con una soflama: «… el párroco de Arúcas ha repartido una de sendos caponazos á ciertas inocentes criaturas que estaban esperando el que se les distribuyeran las velas para una procesión. Este milagro se une á un sin número que hubieran podido causar graves conflictos en aquel vecindario, si no fuese tan pacífico y honrado. ¡Castigar á unas criaturas por dar señales de respeto y amor á la religión! Solo puede hacerse por quien tenga en poco las consecuencias de actos tan vejatorios. ¡Canario, con el cura de Arúcas!».
Para acabar el año, la noticia del día de los santos Inocentes, la demora en el pago de las expropiaciones para la carretera que ponía en peligro la continuidad de los trabajos, que a pesar de las fuertes lluvias de octubre el puente de Tenoya resistía y estaba a punto de concluirse «El puente sobre el barranco de Tenoya, carretera de 2º Orden de Las Palmas a Guía, va acercándose a su término. Dentro de breves dias quedarán, cerrados los últimos arcos».
En diciembre para celebrar la Navidad, el periódico “El Progreso de Canarias” se hacía eco del suelto dado por “El País” y lo ampliaba con una soflama: «… el párroco de Arúcas ha repartido una de sendos caponazos á ciertas inocentes criaturas que estaban esperando el que se les distribuyeran las velas para una procesión. Este milagro se une á un sin número que hubieran podido causar graves conflictos en aquel vecindario, si no fuese tan pacífico y honrado. ¡Castigar á unas criaturas por dar señales de respeto y amor á la religión! Solo puede hacerse por quien tenga en poco las consecuencias de actos tan vejatorios. ¡Canario, con el cura de Arúcas!».
Para acabar el año, la noticia del día de los santos Inocentes, la demora en el pago de las expropiaciones para la carretera que ponía en peligro la continuidad de los trabajos, que a pesar de las fuertes lluvias de octubre el puente de Tenoya resistía y estaba a punto de concluirse «El puente sobre el barranco de Tenoya, carretera de 2º Orden de Las Palmas a Guía, va acercándose a su término. Dentro de breves dias quedarán, cerrados los últimos arcos».
Aunque la reina cedió más poder político al parlamento por
su propia inmadurez, después puso continuas trabas a la participación de los
ciudadanos en asuntos de gobierno, siendo un auténtico fracaso la lucha por las
libertades democráticas durante su reinado, favoreciendo que se falsearan las
instituciones y se propagara la corrupción electoral. Los cambios políticos
vinieron por la intervención de los militares, cambiando gobiernos con
pronunciamientos, desde todas las opciones políticas. La reina siempre estuvo
mediatizada por sus ministros y por la camarilla religiosa de la corte, en la
que estaba su confesor el padre Claret que visitó Arucas en 1848. En 1868 se
inició lo que es conocido en la historia como el Sexenio Democrático, que
llegará hasta 1874, intentos democratizadores que partiendo de la revolución
para la expulsión de la dinastía borbónica, invita al corto reinado de Amadeo
I de Saboya, para concluir con la I
República.
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